No se ama en el momento que se encuentra a la persona perfecta, ni se ama cuando el amor vela las imperfecciones del amado. No: se ama realmente cuando uno ama a alguien conociendo sus fallos y amándolo también por ellos.
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Mi amor hacia ti es en cierta manera egoísta; no surge de cómo eres, sino de la forma en la que me transformas y, estando contigo, me conviertes en alguien mejor.
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Comprendí que estaba enamorado de ti cuando comprendí que mis sueños ya se habían cumplido, que no necesitaba evasión ni escapismo de la realidad. Allí estabas tú, y yo sabía lo que deseaba: estar contigo.
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Mi amor no surge de querer renunciar a mi vida para estar contigo. Al contrario, el amor que siento por ti surge de querer que en todos mis sueños, en todas mis esperanzas, en todos mis proyectos, allí estés tú.
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No pienses que te amo menos cuando te digo que no estoy de acuerdo contigo. Te amo tanto que siempre te hablaré con sinceridad, y nunca te ocultaré la verdad tras bellas palabras.
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La única prueba que tengo de que te amo más que a nadie es que estaría dispuesto a renunciar a ti si con ello te hiciese bien. La felicidad que me da estar contigo no sobrepasaría la infelicidad que me causaría el saber que te estoy causando algún mal.
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Amar es algo que no sé explicar, pero que sé que siento. No me preguntes cómo he empezado a quererte, ni de qué manera lo hago. Sólo sé que quererte es amarte por amarte, sin explicación ni motivo.
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Pasan los años, y lo único que no envejece en mí es mi amor por ti.
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Has sabido enamorarme todos los días, has sabido que te quisiera a cada momento que pasaba. En el peor de los enfados he seguido enamorado de tus ojos: a veces he sentido ira hacia ti, pero nunca he dejado de sentir amor.
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No eres el único sentido de mi vida, la única dimensión ni mi única ilusión. Pero tu mérito es que eres la primera entre ellas.