Pensando en el año que terminó,
hacemos balance de nuestros actos
y según sea nuestro carácter,
nos consideraremos más o menos aptos.
Pero lo que siempre sucede
al rememorar las vivencias y los pactos
es que lo malo se dulcifica
y magnificamos los buenos ratos.
—
Un nuevo año es un reto,
llenos de posibilidades, ambiciones y proyectos;
en nuestra imaginación llegaremos cada vez más lejos
pero después habremos de demostrarlo con hechos.
—
Cuanto más duro sea el año que dejamos atrás,
con mayor ansia y anhelo emprenderemos el que comienza.
Lo cierto es que siempre deseamos más:
amor, salud, dinero y felicidad
y como casi siempre es merecido y detrás
de nuestras ilusiones está todo nuestro empeño,
seguro que lo conseguiremos.
—
El año nuevo es la excusa perfecta
para dejar atrás todo aquello que ya no nos gusta:
las manías, los agobios y los malos hábitos que cerca
de nosotros parecen pulular.
Ya es hora de conseguir nuestra meta:
ser mejores y disfrutar más de la vida,
dejar de quejarnos y tomar la recta
autopista de nuestro destino.
—
Los años pasan rápido, el tiempo no se detiene.
Lo que ayer fue una ilusión hoy es el pasado
y forma parte de un todo que va y viene.
Esta certeza es la que nos hace conscientes
de que cada uno tiene lo que tiene
en cada momento y ha de disfrutarlo
o sufrirlo, pero siempre en el momento presente.
—
Las distintas estaciones marcan nuestras vidas
pero es el año nuevo el punto de inflexión
más apropiado para tomar decisiones unidas
a nuestro deseo de satisfacción.
—
Las doce campanadas son un momento único
de incertidumbre a la vez que de reflexión,
¿nos deparará el año que comienza algún truco?
¿quiénes estarán a nuestro lado y quiénes no?
¿seguiremos siendo los mismos o cambiaremos?
Todo esto nos preguntamos mientras avanza el reloj.
—
A todo aquel que comienza el año rodeado de amigos
la vida ya le está dando una gran oportunidad.
No es sencillo conseguir rodearnos de los que queremos
y por eso hemos de valorar esa prueba de amistad.