El daño que produce el amor no se puede comparar con nada. Es el fuego que quema por dentro y que no podemos extinguir, es un puñal contra el que no hay armadura.
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Pensaba que lo tenía todo, y que, cuando te fueses, seguiría conservando lo más importante. Me equivoqué: lo más importante eras tú, y cuanto te fuiste, me abandonó también mi corazón.
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El dolor que causa la persona a la que amas es el que te hiere más hondo. No sé cuánto tiempo he estado sufriendo por ella; sé que aún sufriré más.
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Sufrir por amor es el peor de los sinsentidos. Por una parte, un dolor más fuerte que cualquiera. Por otra parte, no te quieres desprender de él.
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Ahora me doy cuenta de que el peor sufrimiento no lo causa el que te odia y quiere hacerte el mal. No, lo causa la persona a la que amas, y que por ti no siente nada más que indiferencia.
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Estar separado del amor es estar perpetuamente hambriento, perpetuamente sediento, perpetuamente anhelante. Estar separado de la persona amada es como estar encerrado en una celda a solas en la oscuridad, mientras, con la mente, volvemos a aquello que nos es más caro. Ninguna diversión puede ocultarnos que la persona que era la fuente de nuestra felicidad ya no está con nosotros.
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Desde que ella no está el sol siempre tiene una negra nube sobre su faz. Los días de verano se han vuelto fríos, los amigos no saben consolarme, y las risas de los demás resuenan en mis oídos huecas, vacías. Mientras, sólo, sin desear a nadie más que a ella, no encuentro descanso en ninguna parte.
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El corazón, cuando el amor se va, late sin sentido. ¿Por qué seguir bombeando sangre y vida en un cuerpo que ya no tiene motivos para vivir? Es como una muerte; más cruel, pues sigues padeciendo y recordando.
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Han sido muchas las noches pasadas en vela, entre lágrimas y recuerdos. Han sido mucho los días anhelantes en los que pedía un milagro. Sufro por no poder volver al pasado y cambiar.