Quiero como celda tu corazón, para quedar en tu alma preso, porque por semejante prisión, buen delito es un beso.
—
Soy un mal jugador, no sirvo para este tablero, pues si te pierdo, mi reina, no quiero seguir el juego.
—
De niño me contaba la Luna, que de mayor te encontraría, y así me dormía en la cuna, soñando con ese día.
—
Eres como la seda de Oriente, a la vez suave y ardiente.
—
Quien desdeña el amor, es que no te ha conocido. Solo si no se tiene corazón, a tus pies no se cae rendido.
—
Mi corazón era una mina áspera, fría y sombría. Tu amor encendió un farol, y al fin te hallé, mi gema perdida.
—
¿Lo sientes? Ya no hay viento. Has dejado al cielo sin aliento.
—
Cada noche y cada día, mi pensamiento lo invades. Por ti, amada mía, quemo el Cielo y hielo el Hades.
—
Imagina una tormenta sin lluvia, o un relámpago que no truena. Sin ti en mi alma diluvia, sin ti mi corazón ya no suena.
—
Por una mirada tuya, a casi todo renunciaría. Me reservo tan solo la vida, que por un beso con gusto daría.
—
Hoy quiero agradecerte el primero tus besos, el que fundió nuestros labios y me caló hasta los huesos.
—
Corazón y cerebro, los eternos enemigos, por fin se han puesto de acuerdo: Quiero casarme contigo.
—
El cielo me detesta y no le falta razón, pues de todas las estrellas, le robé la más bella y la guardé en mi corazón.
—
Mis labios desean besar tu cuello con pasión, mis dedos entrelazarse entre los mechones de tu pelo, mi pecho sentir de cerca el latir de tu corazón y mi voz susurrarte al oído con ardor: te anhelo.
—
Una nube me contó de quién me había enamorado, que eras un angelito del cielo que se había resbalado.
—
Siento si he errado, si he sido un mal aprendiz, pero gracias por lo que me has enseñado. Gracias por hacerme feliz.