Te extraño cada minuto del día, no puedo dejar de pensar en ti en los momentos en los que no estás a mi lado, ni tan siquiera es capaz mi mente de deshacerse de tu imagen mientras duerme. Te amo con toda la intensidad que mi corazón es capaz de soportar y con toda la pasión desatada de mi alma; es normal, pues, que te eche en falta cada vez que no te tengo cerca.
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Necesito la quietud de tu alma para afrontar los problemas, necesito el calor de tu cuerpo para que las dificultades se vuelvan inexistentes, necesito tenerte cerca para sentirme protegido, cobijado y querido, necesito tus risas para saber lo que es reír de nuevo, necesito tu optimismo para dar un aire fresco a mi vida vacía y sin sentido y necesito tus consejos para calmar mis ansias de lucha. Te echo en falta.
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No puedo volver a separarme de ti, nunca más lo haré porque sentí enloquecer. Es inútil fingir que la soledad es un fiel acompañante con el que me siento dichoso, porque desde que decidí separarme de ti, las lágrimas caen incesantes de mi rostro. Te extraño.
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Te espero sentado cada día en este banco de piedra, te espero paciente hasta el instante en el que vuelvas a aparecer, te espero como si todas las horas fueran una gracias a los recuerdos de la última vez en la que disfruté de tu presencia. Y ahora vuelvo a esperarte y lo haré siempre, durante todos los momentos de mi corta existencia por ser tú el gran amor de mi vida.
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Siento ser tu almohada cada noche o formar parte del reflejo del espejo en el que te miras, siento ser la sombra con la que paseas cada día o estar ahí en todos los momentos buenos o malos de tu vida, siento robarte tu energía o regalártela por andar siempre tan cerca, lo siento de veras, pero mi mundo gira en torno al tuyo y yo no puedo hacer otra cosa más que seguir los caminos por los que andas.